miércoles

La historia de cómo conocimos a Carlitos y Patricia

Entre menú y menú de la facultad surgió la idea. Ese día tocaba paella. De estas paellas que confeccionan única exclusivamente para menús universitarios. Paellas con detodo, mejor no indagar en los ingredientes pero yo un día me encontré un trozo de rollito primavera. El caso es que decidimos poner a prueba nuestro innato poder de convicción y enviar un mail a Carlitos y Patricia, la idea era ir a conocerlos, teníamos pensado viajar a Barcelona para asistir a el día C y otros asuntos personales que no mencionaré (playa, compras, chicos guapos) pero como las compañías aéreas no paraban de aterrorizarnos con sus desorbitados precios, necesitábamos ese empujoncito para decidir definitivamente gastarnos todo nuestro dinero previsto para el mes de mayo durante los últimos días de abril, y así estar los próximos 30 días alimentándonos a base de pasta y arroz.
Nuestro mail reunía las cualidades necesarias para ser leído y no contestado, o ni si quiera leído ni contestado. No se en qué momento imaginamos que con nuestro cordial y aburrido asunto: “alumnos publicidad salamanca”, pretendíamos despertar el interés de unos creativos muy creativos a los que seguro que se les ocurren asuntos para sus mails mucho más divertidos. Como siempre, las cosas nos salen al contrario de como imaginamos, y unas horas después, en mi bandeja de entrada repleta de spam y publicidad sobresalía un prometedor mail. La total naturalidad y la rapidez con la que nos contestaron se nos fue un poco de las manos. Empezamos a maquinar cosas. Sólo diré que en nuestra cabeza había disfraces y cerdos, muchos cerdos. Finalmente y tras una cálida despedida a nuestro saldo en la tarjeta de crédito compramos billetes: aceptar, aceptar, tasas, impuestos, aceptar, seguro: no gracias no quiero seguro, comprar, pagar: ¡Nos vamos a Barcelona!
Por suerte todos nuestros descabellados planes se disuelven con los días y logramos poner los pies en la tierra: decidimos encargar un típico hornazo salmantino con la inscripción “Carlitos y Patricia” y un simpático y sonriente cerdito dibujado, así como con masa de empanada. No se nos ocurría mejor ejemplo posible para demostrar que del cerdo se aprovecha todo y aquí en Salamanca son unos auténticos expertos en el arte del aprovechamiento porcino. (Véase la jeta o los propios ingredientes del hornazo). La artista pastelera pensó que como el orden de los factores no alteraba el producto prefería poner “Patricia y Carlitos” y el pobre cerdito no estaba tan contento como habíamos imaginado, seguro que no le hacía mucha gracia que nos lo fuésemos a comer.
El olor del hornazo nos acompañó durante todo el viaje. A la mañana siguiente los nervios empezaron a aparecer, estábamos justo al lado, por lo que decidimos ir a desayunar a un bar cercano para así preparar las preguntas. 12’20 de la mañana, ya estábamos en la calle de la casita de Carlitos y Patricia, el número de la puerta no aparecía por ningún sitio pero por la decoración de su balcón se hacía evidente que ya habíamos llegado. El portero nos despejó las pocas dudas que teníamos “si queréis grabar el primer cerdo que os encontrareis, aquí tenéis el del buzón” y efectivamente allí estaba. Con cámara en mano subimos las escaleras y su famoso felpudo nos dio la bienvenida a su más que nunca república independiente. Justo antes de entrar, Marina dijo que les diésemos nuestras sudorosas manos como saludo, idea que, momentos después desapareció cuando nos dieron dos enormes besos. La casita era impresionante, nos sentamos en el sofá de la siesta a esperar a que viniesen, mientras tanto nos ofrecieron de todo, hasta cerveza. Por nervios y quizás vergüenza rechazamos lo brindado, aunque yo me estaba muriendo de sed, en seguida desobedecieron nuestras palabras y aparecieron con agua fresquita y un plato de pistachos. Qué buen rollo. Yo no paraba de sudar y me abalancé hacia los vasos de agua. Mientras esperábamos observamos las cosas que había por allí. Junto a la chimenea había unos palos de golf. ¿Jugarán al golf? Pues no les pega nada.
No se cuanto tiempo después ya estábamos como en nuestra propia casa. Nos hicieron sentir muy a gusto. Carlitos es como si fuese tu primo, cercano, amable y gracioso, y Patricia es dulce como un caramelo.
Les dimos el hornazo y les encantó. Se hicieron fotos mientras lo habrían y a la hora de partirlo avisaron a todos los que estaban por allí para que probasen un trozo. Parecía ser que a todos se nos olvidó lo de la operación bikini.
Después nos contestaron a todas las preguntas que les hicimos, incluida la de si jugaban al golf, y estábamos en lo cierto, no jugaban al golf, nos pasearon por su casa, enseñándonos habitación por habitación y para rematar nos pusieron las clásicas narices de cerdo para posar para su blog.
Fue una experiencia muy enriquecedora y agradable.
Yo de mayor quiero ser como ellos.
Para contar la parte fea de la historia tengo que trasladarme a unos días más tarde, el sábado, nuestro último día en Barcelona, justo antes de volver a casa. Celebrábamos con una cerveza bien fría el fin de nuestro viaje y un malísimo individuo apareció en el bar llevándose mi bolso y nuestra ilusión. En el bolso estaba la cámara y todo el material audiovisual que teníamos para recordar este grandísimo viaje. Es por eso y no por otra cosa por lo que me he visto obligada a transcribir con el máximo detalle lo que nos ocurrió en Barcelona.

2 comentarios:

  1. Que blog más molón!Tendreé que agregarlo para seguirlo más a menudo, que con la memoria que tengo se me olvida todo!
    Pena lo de la cámara... pero la verdad es que no tiene mucha importancia, creo que tu texto es mucho más visual que una imagen!
    Un saludo!

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  2. pero que bonito descubrimento, aunque sea por una caca de paloma :)

    en cuanto acaben los exámenes, me lo leo todo todo todo

    besiños

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