jueves

Por suerte para las perdices ellos nunca fueron felices

Hoy mi padre se ha comprado un ordenador para jugar al solitario. Me imagino que lo habrá hecho para joder a mi madre. Llevan todo el día enfadados. A mi me apetecía tener ordenador y dejar de ir al de la biblioteca municipal que además huele a sobaco, por eso he preferido evitar enfrentamientos.
Mi madre le ha estado insultando durante dos horas seguidas. Le ha dicho “idota que eres un idiota” y también “imbécil que eres un imbécil”, me acuerdo porque mientras mi madre los gritaba yo lo he ido escribiendo en el ordenador, pero como escribo muy lento y mi madre habla muy rápido no he sido capaz de anotarlos todos. De todas formas no es un secreto que mi madre no tiene habilidad especial para los insultos, prefiere las voces y los chantajes del tipo “a partir de ahora vas a follar con el ordenador”. ¿Mis padres follan?
Yo supongo que los de la tienda de ordenadores habrán timado a mi padre. Me imagino a un hombre con cara de desgraciado y pinta de instalador de aire acondicionado buscando desesperadamente un ordenador con solitario. Si yo fuese el vendedor de ordenadores no me lo hubiese pensado dos veces. “Pase, pase, ha venido al sitio adecuado, aquí tenemos el ordenador que usted necesita” ¿Qué usted necesita? ¿Estamos hablando del mismo hombre? Podrían haberle vendido una tostadora.
A mí, mi padre me gusta, vamos que no me molesta. Es como un mueble más del salón. Nunca levanta la voz, y cuando se cabrea hace cosas estúpidas que siempre terminan en catástrofe, pero suele ser muy de vez en cuando. Sabemos lo que esperamos el uno del otro. Él sabe que yo no seré ingeniero de caminos industriales y yo no espero que él me enseñe a jugar al béisbol en el césped del jardín, mientras que nuestro precioso golden retriever a cámara lenta nos roba la pelota. Entre otras cosas porque no tenemos ni perro, ni jardín. Aunque una vez una gata preñada medio moribunda se coló por la ventana para parir en nuestra cocina. Yo desde entonces, siempre cuento que tuvimos una gata.
Mi madre ya es otra cosa, su incapacidad para asumir la vejez con dignidad la ha llevado ha convertirse en una mala imitación de Norma Duval. Por eso, se empeña tanto en parecer una puta. Recuerdo con exactitud el día de mi comunión, el plato fuerte eran croquetas congeladas. El olor a fritanga incomodaba a los invitados. Y mi madre me obligaba a pasear los platos de plástico con los calamares fríos porque si nadie se los comía los íbamos a tener que cenar. Desde aquel día, espero con ilusión el momento en el que se largue con algún vendedor de seguros, de esos con peluquín y cara de putero insaciable.
Respecto a mí, los granos me hacen perder toda mi autoridad. En la pubertad, tener granos es la fiel prueba de que eres idiota. Todo cambiaría si tuviese moto. Con granos y moto uno ya puede permitirse el lujo de entrar en el mercado. Jodido lo tienen los de gafas y aparato. Aunque yo no lo llevo del todo mal, en Internet he conocido a una mejicana con unas tetas gigantes que me ayuda ha sobrellevar el día a día.
La he prometido que algún día iré a verla y me quedaré dormido entre sus tetas...

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