viernes

Las siete de la tarde



Las 7 de la tarde
Existen diferentes tipos de amnesia, la amnesia retrógrada es la más rara aunque la más cinematográfica, en ella el afectado no recuerda su vida antes de la lesión. En cambio, en la amnesia anterógrada, la más común y grave, el enfermo recuerda su vida pero no logra aprender nada nuevo, son personas que lamentablemente viven atrapadas en su pasado.
En el edificio gris de la calle Los Dolores son las 7 de la tarde.
En el 3º Izquierda del edificio gris de la calle Los Dolores canta un maldito canario, como si con él no fuese la cosa. Todas las tardes a las 7 en punto, canta, alegre y su afinadísima entonación contrasta irónicamente con la desolación de su amo.
A su amo le recuerda que aquella rubia malteñida le dejó podrido, igual de desdichado que aquel trozo de queso que llevaba varios meses en la nevera y que nadie se quería comer, pero que dada su actual situación de perpetua miseria, ha comenzado a rascar los trozos de moho, aunque sólo sea para darse más pena. Aquella vergonzosa postal emitía un sonido muy parecido al que, hace unas semanas, escuchaba intelectualmente orgulloso, procedente de una banda finesa que pusieron en radio 3. 
-Es una putada que tengan que triturarte el corazón para que te des cuenta de que tu novia es una  auténtica puta –pensaba, mientras miraba al maldito canario, y a coro, continuaba rascando con el mismo inútil cuchillo con el que la noche anterior había estado planificando su propia muerte-.
- Igual tenemos suerte y este queso me mata. – le explicaba al canario.
 -Claro está, que tu no tienes la culpa, aunque yo hubiese preferido otra maceta.
-¿Un canario?, ¿no prefieres que compremos una maceta?, podríamos comprar un aloe o incluso un cactus. –¿¡Un cactus!? Un cactus es lo menos tierno que he visto en mi vida, son feos y pinchan. Además, tu ya tienes muchas macetas.
-Bueno pues compraremos los dos, y utilizaremos el Aloe para cuando te pinche el cactus, ya conoces sus propiedades medicinales, es un cicatrizante cojonudo .- decía él para intentar convencerla. – Además, se han demostrado las virtudes de algunos cactus para corregir alteraciones causadas por las radiaciones electromagnéticas que producen muchos electrodomésticos. –Alegó, orgulloso por su célebre razonamiento. –Quiero un canario que cante por las tardes y nos recuerde lo mucho que nos queremos. –Desgraciadamente, la cursilada de comentario era directamente proporcional al tamaño de sus tetas. Y al final, tuve que ceder torpemente a comprar el puto canario- Repetía una y otra vez.
- Toda la vida dando lecciones sobre comportamiento animal a tus impresionables amigos de letras y de repente un día tienes a una zorra instalada en tu casa, que cambia tus muebles, tus horarios, tu comida, y a la cual el cine indie la ha hecho creer que desayunar esas asquerosas galletas de fibra que amablemente ha comprado para ti, con tu camiseta favorita, es muy sexy.
¿Y a que precio? ¡Sexo sin precaución estás sobrevalorado!  - Gritaba como un loco por la casa. - Conozco a una puta dos calles más allá que por el mismo precio que una de mis futuras sesiones de psicoanálisis se deja hacer de todo. ¿Que no tiene dientes?, bahh, eso a veces tiene sus ventajas, y por lo menos tiene corazón. – Le seguía explicando al canario.
- Y tu ahí, olvidando como un tonto que a diferencia de muchos cánidos, las zorras no son usualmente animales de manada. Son solitarias y estratégicas cazando a su presa, especialmente, por cierto, roedores.  –Decía, mientras masticaba el último trozo de queso con moho.
Preparó para él la más grande de las humillaciones.
Un día cualquiera, al entrar en casa observó que faltaban algunas cosas, al entrar en la habitación se quedó blanco, mudo, inmóvil, ella le había visto perfectamente y no había parado de  gemir en ningún momento. Él salió disparado hacia la calle . Se subió al metro y comenzó a dar vueltas. Cuando cerraron el metro, decidió volver.
¿Por qué? Os preguntareis. No tiene mucha explicación. De la misma forma que la cebra no puede querer al león y del mismo modo que la zorra se quiere comer al ratón.
Al entrar, el piso estaba casi vacío, solo encontró un Aloe Vera encima de la mesa con una nota que decía: “ya conoces sus propiedades medicinales, es un cicatrizante cojonudo, pero por si no te acuerdas, seguro que el canario te lo recuerda”.
Desde entonces todas las tardes a las 7 en punto, canta el maldito canario y repasa una y otra vez la misma historia. Una y otra vez, todas las tardes a las 7 en punto.

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